Irezumi es una forma de tatuaje japonesa.
La palabra japonesa se refiere a la inserción de tinta bajo la piel para dejar una marca permanente, por lo general decorativo.
La historia de los tatuajes japoneses se cree que remontarse por lo menos a la Jōmon o paleolítico período (aproximadamente 10.000 aC) estos tatuaje son con fines espirituales y decorativos.
En el periodo Yayoi (c. 300 aC-300 dC) se observaron los diseños del tatuaje y comentaron sobre los visitantes chinos. Se pensaba que tales diseños deberian de tener significación espiritual así como el funcionamiento como un símbolo de estatus.
A partir del período Kofun (300-600 dC) tatuajes comenzó a asumir una connotación negativa. En lugar de ser utilizado con fines rituales o de estado, las marcas tatuadas comenzaron a ser colocados en los criminales como castigo.
Fue en la época Edo cuando el tatuaje decorativo japonés empezó a desarrollarse como la forma de arte que se conoce actualmente.
El impulso inicial al desarrollo de este arte vino con la aparición de unas pinturas hechas sobre planchas xilográficas (en madera) de la popular novela china Suikoden, cuento que mostraba en sus lujosas ilustraciones heroicas escenas de personajes de cuerpos decorados con dragones y otras bestias míticas, flores, tigres feroces e imágenes religiosas. La novela tuvo un efecto inmediato, y la demanda de ese tipo de tatuajes fue instantánea.
Los artistas xilógrafos empezaron a tatuar. Utilizaban muchas de las mismas herramientas que tenían para imprimir en las planchas de madera, incluyendo cinceles, gubias y lo más importante, una tinta única conocida como tinta Nara o Negro Nara, la famosa tinta que se transforma en ese azul verdoso bajo la piel.
Existe un debate sobre quienes llevaban ese tipo de tatuajes. Hay quien dice que era la gente de clase baja los que lucían estos diseños. Otros creen que eran algunos mercaderes que impedidos por ley a ostentar su riqueza, llevaban caros tatuajes bajo sus ropas.
Con el inicio del período Meiji, el gobierno japonés ilegalizó el tatuaje, buscando proteger su imagen y dar buena impresión al Occidente. De esta forma, el irezumi tomó connotaciones de criminalidad. Lo curioso fue que los extranjeros, viendo este tipo de arte, se quedaron enamorados y buscaban a tatuadores que pudieran dibujarles alguno de sus diseños, por lo que el tatuaje tradicional continuó existiendo, aunque en la sombra.
El tatuaje se volvió a legalizar cuando las fuerzas de ocupación entraron en Japón en 1945, pero su imagen de criminalidad siguió existiendo. Por muchos años, se asoció (y se sigue haciendo) a los yakuza, la mafia japonesa, y aún hoy en día, muchos comercios de Japón (baños públicos, piscinas) prohiben su entrada a clientes tatuados.
El tatuaje tradicional japonés (a mano) todavía se sigue haciendo, por supuesto, pero lógicamente es más caro, lleva más tiempo, y es más doloroso. Un tradicional traje ‘body suit’ (que tape brazos, espalda, parte superior de las piernas y pecho, aún dejando sin pintar el centro, lo que sería la zona del esternón) puede llevar 5 años de trabajo, realizando visitas semanales, y costar cerca de 30.000 euros.