El incienso siempre ha estado presente en la tradición y cultura japonesa. Los samurais perfumaban sus armaduras para purificar sus mentes y sus cuerpos y crear un aura de invencibilidad. Así salían a la batalla sin miedo a la muerte. Perfumaban especialmente el casco para, si caían en la batalla y les llegaba la muerte, que al cortarles la cabeza se alzara un perfume celestial. Tampoco debía faltar el incienso para firmar un acuerdo o un contrato. La sala se purificaba con incienso de maderas aromáticas. A la entrada de los templos de Japón hay un gran pebetero para quemar barritas de incienso. Los devotos se impregnan todo el cuerpo con el humo y así disimular el horroroso olor que los humanos tenemos para los dioses.